«…That’s all, I don’t even think of you that often»
Hotel Chelsea Nº2
Leonard Cohen
Teníamos 12 años. Ella mantuvo la puerta de su casa entreabierta y en ese pequeño espacio que delimitaba su intimidad y el exterior se juntaron
dos pequeños rostros buscándose. Un beso saturado de inocencia, apenas un roce de labios, que en mi interior provocó un cataclismo inaudito, unas sensaciones incomprensibles que desataron en cadena una catarata de emociones desconocidas hasta entonces.
Durante unos pocos años crecimos juntos. Un día la invité, formaba parte del guión ceremonioso, al cine de tan torpe manera que, entre otras cosas, elegí una película tan inapropiada como incomprensible para aquellos años en los que comenzaba la adolescencia: “Las vacaciones del Sr. Hulot”, de Jacques Tati. Años después hubiera podido alardear de brillo intelectual pero entonces sólo fue eso, una inocente torpeza. Creo recordar que me dijo, mintiendo claro, que le había gustado. Yo no entendí nada. Volvimos juntos a casa, era mi vecina.
Y años después un embarazo precoz con un estudiante árabe de aquellos que poblaron la Universidad de Zaragoza de los años 60-70 la llevó directamente al Líbano.
Apenas supe de ella. Un cambio de vivienda, la secreta consigna de silencio protector en mi familia que sabía de mí más de lo que yo sospechaba, la universidad. Otra vida en la que se van dejando personas, situaciones, imágenes, devociones. Y comenzaron otras historias.
La vi por las calles cercanas a mi trabajo. Controlaba el aparcamiento reglamentado de los automóviles. Por coincidencias de personas comunes sabía que había vuelto a España. Había escapado de una sociedad oriental opresora y con sus hijos había regresado a su origen. Pero no la había visto hasta ese día en la que la encontré por casualidad por la misma acera en la que yo caminaba.
Me miró fugazmente al pasar sin reconocerme.
Yo vacilé y tras decidir pasar sin decirle nada pensé en regresar y preguntarle si no se acordaba de mí.
Pero se me ocurrió que era una estupidez y decidí conservar intacto su recuerdo, aquella puerta entreabierta, aquel beso inocente, aquella emoción única y desconocida.
(Pablo Milanés)
Y tenía un rostro ajeno al que yo amaba
El que dan
unos años de no ser feliz
Hoy la vi
y recordé la historia
de un pedazo de mi vida
la primavera bruta de mis años
al amor.
Junto a ti
mi futuro de sueños llené
logré identificar tu belleza y el mundo al revés
nos miraban de muy buena fe
nada cruel existía
si yo te veía reía después.
Desperté la mañana en que no pudo ser
no sin antes jurar que si no era contigo
jamás
que esa herida me habría de matar.
Y heme aquí, qué destino,
Que ni el nombre tuyo pude recordar