Mientras mis amigos investigan si existen las alfombras voladoras y negocian el precio yo huyo de las garras del comerciante y me voy a pasear por la gran plaza Naghsh-e-Jahan. La tarde está cayendo y hay una luz
aterciopelada que da un tono muy especial a la cúpula rosada de la Mezquita Lotfollah que tengo enfrente. Estoy en la incomparable ciudad de Isfahan, en Irán.
Hace tiempo que llegué, ya he recorrido muchas ciudades, y quedan pocos días para que vuelva a España. Me gusta hasta el entusiasmo este país y desearía poder dedicarle más tiempo para conocerlo mejor. Van a faltar muchos días de paseo tranquilo, muchas conversaciones con sus habitantes, muchos paisajes que admirar.
Irán era un viejo y querido proyecto de viaje. Tenía información de conocidos que habían venido anteriormente. También disfruté de las caras de asombro de otros al comentarles mi nuevo destino (“…estás loco!”). Estoy convencido que confundían Irán con Irak, ya no recordaban nada de la Geografía Mundial y sus criterios se basaban únicamente en las informaciones tendenciosas, los titulares en las noticias de los malos medios de comunicación, esos donde el término Irán se unía a la frase “el eje del mal”. Hoy tengo que confirmar lo que anteriores viajeros me contaron: en pocos lugares me he sentido tan bien acogido, tan seguro, tan relajado y tan feliz.
Paso el tiempo disfrutando del progresivo cambio de luz, haciendo fotografías, respirando el aire tranquilo de una tarde que languidece abrazando el disfrute de decenas de personas que pueblan el césped de los jardines que llenan la superficie de la plaza. Nadie como los iraníes para saber aprovechar el deleite de sentarse o tumbarse en la hierba con o sin alfombra bajo el cuerpo, y entablar una buena conversación, comer o simplemente dormir.
Estoy extasiado disfrutando de la maravillosa mezquita construida en 1602 cuando me doy cuenta de que un grupo de muchachas me miran y sonríen con timidez. Entiendo que quieren que les fotografíe con sus teléfonos para aparecer todas en la imagen. Cuando les pongo la condición de que también tienen que fotografiarse conmigo aceptan alegres y comenzamos un juego bilateral de teléfonos y cámaras. Después una de ellas, Raha, que habla un correctísimo inglés me pide que fotografíe a una de sus amigas…y la coqueta del grupo comienza a jugar con su velo y a posar frente a mi objetivo. Me llenan de preguntas, intercambiamos correos electrónicos y me cuentan que son estudiantes, viven en Teherán y están turismo en Isfahan.

CON ESTUDIANTES IRANIES EN LA PLAZA NAGHSH E JAHAN.ISFAHAN.
Me llevaré muchos recuerdos de este país alucinantemente hermoso pero entre ellos sobresaldrá la amabilidad, la cortesía, la simpatía de los iraníes y su ávida curiosidad por los extranjeros. Posiblemente tantos años de cerrazón impuesta tanto por los ayatolás como por el mundo occidental ha exaltado, en un pueblo muy culto, la necesidad tanto de conocer lo que hay allá afuera como de expresar su identidad real desmarcándose de la imagen llena de prejuicios que circula fuera de sus fronteras. Desde que llegamos la pregunta que se ha ido repitiendo constantemente ha sido el you are from?, dicho así en inglés o en farsi que aunque no se entienda sí se adivina en el rostro sonriente de quien lo pregunta. La respuesta, Spain o España, se continúa habitualmente con un Ohhh! prolongado de admiración y, si es varón el que ha iniciado la conversación espontánea, un apretón de manos y muchas veces con la petición de una fotografía conjunta. Como en otros países del mundo los más jóvenes al sabernos españoles añaden eso de “I love the liga, I love the fútbol, I love Messi…Ronaldo” que a mí, personalmente, me congela la sonrisa en la boca al escuchar la razón de este amor hacia mi país.
La inmensa plaza está bordeada por edificios notables. Frente a mí la mezquita Lotfollah, a mi espalda el Palacio Ali Qapu, a mi derecha la Mezquita del Imam y a mi izquierda la entrada al zoco. Los edificios comienzan a ser iluminados, casi es de noche, y paseo hacia la Mezquita del Imam en cuya fachada hay colgados dos enormes retratos de los ayatollahs Jomeini y Jameney. Me encuentro, junto a la exquisita puerta de la Mezquita, una caseta instalada temporalmente por la celebración del Muharram en la que unos carteles anuncian contundentemente el odio hacia EEUU y a Israel. Se escucha desde los altavoces de los altos minaretes la llamada a la oración que me recuerda con fuerza a un quejío flamenco.

ISFAHAN. MEZQUITA DEL IMAM (FOTO J.P.B.)
Sigo mi tranquilo paseo interrumpido en ocasiones por el you are from? o el welcome to Iran! de los simpáticos iraníes. Aquí, ya me lo han advertido, hay varios mundos paralelos. Por una parte el gobierno de los ayatolás con toda su parafernalia política y por otra la realidad de los hombres y mujeres iraníes con su vida habitual más llena de tranquilidad que otra cosa, con sus trabajos, sus penas y sus alegrías como en cualquier otro lugar del mundo, que en momentos de confianza le dicen a cualquiera que no tenga aspecto de policía, y los extranjeros tenemos poco, que el gobierno es corrupto, que no creen nada de lo que los clérigos políticos predican y que les interesa que proclamemos al mundo que son un pueblo pacífico, culto, herederos de milenios de historia, interesados en vivir en paz. La conclusión me recuerda la letra de aquella canción de Jarcha (Libertad sin ira) “…gente que solo desea su pan, su hembra y la fiesta en paz…gente que tan solo pide vivir su vida, sin más mentiras y en paz…” Y al igual que aquellos retratos de Franco que por doquier teníamos colgados en aquella España, en todas, o casi todas, las tiendas, en todos, o casi todos, los puestos de los zocos, hay en un lugar visible una fotografía del actual Jefe de Gobierno, ayatollah Rohani, acompañado habitualmente por la fotografía con el rostro severo de Jomeini. Me aseguran que una manera de que el dueño pueda lograr rápidamente cualquier documento oficial necesario para que su comercio funcione es conveniente que tenga en un lugar visible, junto a los pistachos, las lechugas o las joyas, las fotografías de estos personajes.

CONSIGNAS CONTRA ISRAEL Y EEUU. PLAZA NAGHSH E JAHAN.ISFAHAN (FOTO JP.B)
Me fascinan los zocos. Para mí es un placer de dioses caminar entre ese dédalo de callejas cubiertas, ese laberinto de galerías, con centenares de tiendas y puestos de ventas de todo tipo de cosas, llenas de color, de olor, de sonidos. Yo no suelo comprar casi nada y me dedico al paseo, a recrear la vista y a fotografiar. Me molesta la costumbre, el constante reclamo, a veces irritante persecución, que he vivido en los zocos magrebíes, egipcios, turcos o hindúes. En Irán no ocurre; como mucho el welcome to Iran o el you are from? sin más. Valor añadido a la belleza de las galerías en las que, además, no existe el regateo –para el que no sirvo- sólo un discount? breve y poco eficaz. A diferencia de lo visto en los bazares de otros países, carnes y pescados reposan limpios y ausentes de moscas en vitrinas refrigeradas, sólo en alguna parte aparecen cabezas y patas de corderos o cabras expuestas directamente al aire pero sin asomo de moscas o suciedad. Me recreo en el colorido de las telas, en los preciosos diseños de las alfombras y kilims, en el aroma de los abundantes puestos multicromáticos de especias. Con una bolsa de pistachos riquísimos, los mejores del mundo, comprados a buen precio paseo tranquilo llenándome de sensaciones. Desde la altura de la cúpula de la galería un Jomeini con su eterna cara de mal genio me vigila. Alguien quiere hacerse una fotografía conmigo.

BAZAR DE ISFAHAN (FOTO J.P.B.)
La historia de Irán es larguísima y compleja. Mucho más allá de 600 años antes de Cristo los persas habitaban la zona montañosa al norte de Mesopotamia y fueron dominados por asirios y babilonios hasta que surgió un líder, Ciro, que comenzó una expansión guerrera que continuada por su hijo Cambises, luego por Ciro II – con el que comenzó la dinastía Aqueménida- y por Cambises II, hicieron que Persia fuera en aquél mundo la nación con mayor poder. Sus posesiones se extendían desde el Hindukush hasta el Mediterráneo. Habían conquistado Siria, Fenicia, Palestina y Egipto, las regiones del noroeste (reinos de Bactria y Sogdiana), Armenia, Anatolia y el reino de Lida (oeste de Turquía).
Esto es lo que se encontró el gran Darío I cuando fue elegido monarca del reino Persa en el año 521 A.C. Este inteligente rey mantuvo a los dirigentes de los países ocupados como gobernadores, los sátrapas, y construyó una tupida red de caminos entre todas sus posesiones lo que facilitó un intercambio rápido de información y un importante, ágil y variado comercio. Abrió un canal entre el Nilo y el Mar Rojo, el precursor del Canal de Suez, en Egipto y construyó la fabulosa ciudad de Persépolis, Patrimonio de la Humanidad desde 1979, como nueva capital persa.

VISTA PARCIAL DE PERSÉOLIS (FOTO JP.B.)
Camino bajo el sol entre los restos, algunos de ellos magníficamente conservados, de la antiquísima ciudad que comenzó a construir el rey de reyes Darío I en el año 518 A.C. Después de él Jerjes y Artajerjes prosiguieron su ampliación hasta que en el año 331 A.C. Alejandro el Magno la saqueó, incendió y destruyó.

PUERTA DE LAS NACIONES. PERSÉPOLIS. (FOTO J.P.B.)
Entro emocionado por la Puerta de las Naciones, cuántos personajes decisivos en la historia del mundo pasaron por aquí hace miles de años, pisando el mismo suelo y viendo el mismo paisaje que yo ahora veo!, flanqueado por grandes esculturas de toros con cabeza humana, tras subir por la escalera que se inclina suavemente junto a una pared construida con enormes bloques de piedra encajados a la perfección unos con otros. Columnas, relieves, calles, avenidas…cuesta muy poco imaginar qué fue aquél lugar antes de la llegada de Alejandro. Salvando las distancias me recuerda a la bellísima Palmira de Siria por la que hace unos años paseé también bajo un fuerte sol en un país entonces en paz y ahora, para vergüenza de toda la humanidad, desgraciado. Como un contrafuerte protector veo la montaña de la Misericordia elevándose en el límite sur a la que después subiré para visitar las tumbas, excavadas en la roca, de Artajerjes II y Artajerjes III. Siento a cada paso el latido de la historia, infinidad de paredes están documentadas con trazos de escritura cuneiforme o con magníficos relieves, casi fotografías, que hablan con elocuencia de un antiguo pasado.

RELIEVE. CABEZA DE SOLDADO PERSA.PERSÉPOLIS. (FOTO J.P.B.)
Siempre en el pensamiento la pregunta, con admiración profunda, de cómo fueron capaces de construir tanto y tan bello. Siempre la constancia de la necesidad de sabernos humildes herederos de aquellas civilizaciones sabias que con tan escasa dotación de medios fueron capaces de realizar estas construcciones tan inmensas, perfectas y exactas. La reflexión añade que toda nuestra tecnología no aporta nada significativo en la historia de la Humanidad. Cada uno en su contexto pero nadie mejor que el otro.
A unos 7 km de Persépolis se encuentra la necrópolis de Naqsh-e Rustam en donde fueron depositados los cadáveres de Darío I, Darío II, Jerjes y Artajerjes I. La mayoría de los grandes reyes que forjaron el imperio persa descansan eternamente en la proximidad de la ciudad real. Ciro El Grande está más alejado, a unos 78 km de Persépolis, enterrado en la ciudad de Pasargadae en una, grande en el tamaño pero sencilla en su concepción, tumba realizada con grandes bloques de piedra.

NAQSH E RUSTAM. TUMBAS DE DARIO II (izda) Y ARTAJERJES I. (FOTO J.P.B.)
Alejandro puso fin al Imperio Persa y a la dinastía Aqueménida a la que sucedió la dinastía Seléucita (312 A.C.) que supuso un periodo muy turbulento hasta que con otro Artajerjes, en el 224 ya después de Cristo, comenzó la dinastía Sasánida. Se estableció de nuevo un imperio recuperando las fronteras de la dinastía Aqueménida en constante confrontación con el Imperio Romano. Los Sasánidas, que ya habían adoptado la religión zoroástrica, acabaron en el año 637 en el que se produjo una invasión de Persia por tribus árabes con intención no sólo de ocupación territorial sino para expandir la nueva religión islámica.
Los mongoles entran en la historia iraní en 1219. Gengis Kan inicia expediciones hacia el sureste destruyendo Bujara y Samarkanda, en el actual Uzbekistan, y entre 1220 y 1258 ocuparon Persia diezmando a su población que pasó a ser una provincia mongola. Por aquellos años una un grupo de comerciantes venecianos cruzaron este turbulento país en dirección a Pekin. Era la expedición de Marco Polo.
Más adelante, en 1380, un fiero mongol, Tamerlán, inició una segunda invasión sobre Persia que acabó en 1393. Este cruel guerrero fue especialmente sanguinario con los chiitas y con todos los que tuvieran otra religión que no fuera la sunita. Curiosamente era muy respetuoso y admiraba a los científicos, artesanos y artistas. En esa época el gran poeta persa Haffez de Shyraz gozó de su favor.
El imperio Persa se fue descomponiendo y comenzó un complicado periodo en el que desde Azerbaiyán un descendiente del Séptimo Imam chiita, Ismail, intentó poner orden. Ocupó Tabriz en 1501 y se proclamó Sha de Irán en 1502 siendo su primer mandato la obligatoriedad de profesar la religión islámica chiita. Desde entonces la religión estatal de Irán es la chiita.
Tras años y años de conflictos, en los que intervinieron numerosas potencias, desde el Impero Otomano hasta el Británico pasando por los portugueses, Irán comenzó el siglo XX con el descubrimiento de petróleo, su mayor tesoro pero también su peor castigo, en el suroeste.
Irán se declaró neutral en la I Guerra Mundial, algo que técnicamente fue imposible por su peculiar situación geoestratégica, y tras ella se convirtió en un protectorado de Gran Bretaña.
En 1925 un militar, Reza Kan, tomó el poder con el nombre de Reza Pahlevi e intentó imitar al turco Kemal Ataturk, en la modernización del país. Además de potenciar la educación, modernizar el ejército, modificar leyes, mejorar las carreteras, los ferrocarriles y la industria, se ocupó de la situación de la mujer para la que entre otras cosas abolió el uso obligatorio del velo. Estos modernos cambios chocaron con las autoridades religiosas creándose graves conflictos que incluyeron muertos en la represión de manifestaciones.
En 1941 el Reino Unido y la Unión Soviética invadieron Irán y bajo presión británicas el Sha abdicó en favor de su hijo Mohammad Pahlevi. Con un acuerdo entre Irán y los invasores, firmado por Roosevelt, Churchill y Stalin, se respetó la independencia iraní y se programó una ayuda económica.
Tras la guerra mundial el nuevo Sha tuvo que enfrentarse a revueltas secesionistas en Azerbaiyán y Kurdistán. En 1949 el partido Tudeh, partido comunista de Irán, fue declarado ilegal.
Mohammad Pahlevi comenzó una importante occidentalización del país y reforzó y modernizó el ejército.
El primer ministro Mosaddeq, opuesto al Sha, consiguió que se aprobara una ley que impedía las concesiones petroleras a países extranjeros y se exigió, por parte del Frente Nacional, la nacionalización del petróleo. Esto desató una fuerte crisis con las potencias extranjeras y se produjo un golpe de estado organizado en las sombras por la CIA. El primer ministro fue apartado del cargo y el Sha, que como jugada táctica se había marchado fugazmente del país, retomó el poder.
Los partidos políticos fueron prohibidos, salvo el oficialista Rasrakhiz, en 1975 y la presión popular fue en aumento. Como todas las dictaduras murió matando y los últimos años estuvieron llenos de terrorífica actividad de la SAVAK, la Inteligencia del estado, con miles de detenciones, torturas y asesinatos. El Sha un 16 de enero de 1979 abandonó el país. Una nueva era comenzaba.
La llegada de Jomeini en 1979 supuso un punto de inflexión en la sociedad iraní. El ayatollah nacido en Khomeyn en 1900 se había exiliado en Turquía y posteriormente en Francia. Desde París llegó a Teherán el día 1 de febrero de 1979. Acababa la época, triste para la mayoría y gozosa para unos pocos, de la dinastía Pahlevi iniciada en 1925.
Poco duró la fiesta. El gobierno de la nueva República Islámica radicalizó su discurso y comenzó una purga sangrienta, una enérgica contrarrevolución que se cebó con antiguos combatientes de la dictadura del Sha, sobre todo los pertenecientes al partido izquierdista Fedaian y al Partido Comunista iraní Tudeh que fueron masacrados. Saturno devoró a sus hijos y gran parte de esta sociedad perdió a miles de personas y, lo más importante, la fe en los nuevos dirigentes. Para aumentar el sufrimiento en 1980 comenzó una larga guerra con su vecino Irak que duró 8 años y no sirvió para otra cosa que la pérdida de 2 millones de soldados con edades que se extendieron desde la adolescencia a la ancianidad. Muchas de las calles en las ciudades están rotuladas con el nombre de los “mártires”, soldados muertos en el frente de batalla, y por doquier se alzan carteles con las fotografías de héroes significados o monumentos que recuerdan a los caídos en aquellos tristes años.

CARTEL CON FOTOGRAFIA DE SOLDADOS IRANIES EN LA GUERRA CON IRAK. MEZQUITA DEL IMAM, ISFAHAN. (FOTO J.P.B.)
Como la mayor parte de las sociedades islámicas las mujeres fueron las más perjudicadas. El hiyab, el chador, casi anecdótico en los años del Sha, fue impuesto en todo el estado. El alcohol, la música moderna, mucha literatura, determinado cine, también habituales anteriormente, fueron prohibidos en la nueva República Islámica en una actitud intolerante de los ancianos ayatollás.
Los últimos años no han estado exentos de problemas políticos. Las sucesivas administraciones de EEUU lideraron una constante persecución Irán. En el gobierno del presidente Busch se incluyó a Irán en la calificación de “el eje del mal” por su presunto apoyo a los grupos terroristas internacionales. El programa nuclear iraní fue visto como una amenaza para la paz mundial, a pesar de que ellos justificaban su utilización con fines pacíficos, y recibieron fuertes sanciones de la comunidad internacional. El último líder iraní, el Ayatollah Rohani, más renovador y pragmático, consiguió llevar a Irán a una situación política más tranquila y finalizar unas negociaciones que permitieron el levantamiento de las sanciones internacionales.
Parece que los tiempos más duros están superándose progresivamente y una nueva sociedad irrumpe con fuerza en las que las mujeres tienen un peso decisivo. A pesar de que es una sociedad tremendamente machista en la que hay profesiones, como la de juez, que no pueden ser ocupadas por mujeres o muchas actitudes legales o sociales en las que se las menosprecia (un ejemplo elocuente puede ser el que en un juicio el testimonio de un hombre es único pero tiene que ser enunciado por dos mujeres para que tenga la misma validez) y persisten muchas obligaciones impuestas por los clérigos, hay una lucha persistente de las jóvenes iraníes, sobre todo las habitantes de las grandes ciudades, que cada vez cubren con el pañuelo menos volumen de sus cabezas dejando al aire gran parte de sus cabellos – totalmente prohibido y vigilado anteriormente con rigor por las patrullas de los Pasdarán -los Guardianes de la Revolución- van maquilladas hasta la exageración y bajo el chador, muchas veces abierto mientras caminan, llevan una vestimenta totalmente occidental. Aunque lo más importante en esta metamorfosis social es que la mayoría de los estudiantes universitarios son mujeres. Dentro de muy poco todas las profesiones intelectuales o alta y cualificadamente técnicas van a ser ocupadas por mujeres. Los hombres, por lo que se ve, se orientan más al comercio y a las formaciones profesionales dejando las aulas universitarias en su mayor proporción a las mujeres.
Esta va a ser la lenta y verdadera revolución de este complejo país cuando la fuerza y el peso de las nuevas generaciones inclinen la balanza en contra del anquilosado estamento religioso que hasta ahora dirige con mano de hierro los destinos de Irán.

ESTUDIANTES IRANIES (FOTO J.P.B.)