Hace un calor de mil demonios. Desde el Castillo del Morro contemplo en la otra orilla toda la extensión de La Habana intentando atrapar esa sublime mezcla de sensaciones que me provoca estar aquí. A mi espalda miles de personas resisten disciplinadas el sol inclemente, en decenas de filas ordenadas, para entrar en los pabellones de la Feria del Libro. La indisoluble unión de Cuba y la cultura.
A pesar de que no se puede acceder, un serio pero amable policía me deja asomar a lo más alto de la muralla y hacer unas fotografías. Ante mí siglos de historia condensados entre el mar y el cielo. Amores y desdichas. Encuentros y despedidas. Tragedias y pasiones. Vida y muerte.
Siento una extraña sensación de pertenencia y veo un puente que se pierde en el horizonte y une esta isla con España.
“Cuando vino mi abuela
trajo un poco de tierra española.
Cuando se fue mi madre
llevó un poco de tierra cubana.
Yo no guardaré conmigo ningún poco de patria
la quiero toda
sobre mi tumba”
Leo este poema grabado en una placa de mármol en una calle de La Habana Vieja. Acabo de estar en los soportales de la Plaza de la Catedral junto a un estático Antonio Gades contemplando la catedral habanera y me quedo apoyado en la pared disfrutando con la lectura de esos bellos versos, sintiendo la emoción que trasmiten sus palabras. El poema se titula “La Tierra” y su autora es Carilda Oliver Labra.
Algo he leído de Dulce María Loynaz. La concesión del Premio Cervantes en 1992 me hizo conocer a esta gran poetisa cubana de frágil aspecto y rostro amable.
BALADA DEL AMOR TARDIO
Amor que llegas tarde
tráeme al menos la paz:
Amor de atardecer, ¿por qué extraviado
camino llegas a mi soledad?
Amor que me has buscado sin buscarte,
no sé qué vale más:
la palabra que vas a decirme
o la que yo no digo ya…
Amor…no sientes frío? Soy la luna:
Tengo la muerte blanca y la verdad
lejana…No me des tus rosas frescas;
soy grave para rosas. Dame el mar…
Amor que llegas tarde, no me viste
ayer cuando cantaba en el trigal…
Amor de mi silencio y mi cansancio,
hoy no me hagas llorar.
(D.M.Loynaz)
Sin embargo este encuentro accidental propicia mi primera lectura de un poema de Carilda Oliver
y el inevitable libro de iniciación que consigo en la calle Obispo va agotando sus páginas junto a una Bucanero no excesivamente fría, qué pena!, con fondo musical del enésimo, por hoy, “Chan-Chan” de la orquestilla del bar.
DECLARACION DE AMOR
Make love, no war
Pregunto si llevo corazón
cuando despierto el peligro entre sus muslos,
si me equivoco cuando preparo la única trinchera
en su garganta.
Yo sé que la guerra es probable;
sobre todo hoy
porque ha nacido un geranio.
Por favor, no apuntéis al cielo
con vuestra armas:
se asustan los gorriones,
es primavera,
llueve,
y está el campo pensativo.
Por favor,
derretiréis la luna que da sobre los pobres.
No tengo miedo,
no soy cobarde,
haría todo por mi patria;
pero no habléis tanto de cohetes atómicos,
que sucede una cosa terrible:
lo he besado poco.
(1962)
ME DESORDENO, AMOR, ME DESORDENO
Me desordeno, amor, me desordeno
cuando voy en tu boca, demorada;
y casi sin por qué, casi por nada,
te toco con la punta de mi seno.
Te toco con la punta de mi seno
y con mi soledad desamparada;
y acaso sin estar enamorada;
me desordeno, amor, me desordeno.
Y mi suerte de fruta respetada
arde en tu mano lúbrica y turbada
como una mal promesa del veneno;
y aunque quiero besarte arrodillada,
cuando voy en tu boca, demorada,
me desordeno, amor, me desordeno.
(1946, en “Fuego”)