Hace un calor de mil demonios. Desde el Castillo del Morro contemplo en la otra orilla toda la extensión de La Habana intentando atrapar esa sublime mezcla de sensaciones que me provoca estar aquí. A mi espalda miles de personas resisten disciplinadas el sol inclemente, en decenas de filas ordenadas, para entrar en los pabellones de la Feria del Libro. La indisoluble unión de Cuba y la cultura. Sigue leyendo