Paso la transición entre un año y otro a orillas del mar. Por esta desgracia de la alteración climática los días son soleados, cálidos, sin viento, con cielo y mar intensamente azules. Algo de culpabilidad, aunque sea infinitesimal, tendré (pienso); pero, por otra parte, no soy una fábrica con chimeneas arrojando un vómito tóxico, ni genero más dióxido de carbono que el que escupe mi automóvil en su poco uso; mi intestino, más corto que el de una vaca aunque más largo que el de un conejo, funciona como el de la mayoría de los seres humanos; reciclo lo que puedo, soy consciente de lo que debo consumir; en definitiva, creo que tengo un comportamiento razonable en mi existencia planetaria. Hago un paréntesis en la autocrítica porque es Navidad y tengo un espíritu compasivo en el que intento cobijarme.
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