LA PLAYA, LA MUJER Y EL PERRO

A Marta, con deseo de consuelo y esperanza.

Un viento inclemente eriza el mar y mueve la arena de la playa. Entre pequeñas nubes de polvo, entre ráfagas de aire apresurado, la mujer se inclina sobre el suelo. Es el mejor momento para recoger ojos de Santa Lucía, esos pequeños óvalos con el dibujo espiral en una de sus caras que dicen otorgan amor y felicidad a quien los posee, casi escondidos entre la arena.

Pasea cerca de la orilla en la playa solitaria; paso lento, hombros caídos, cabeza inclinada. Junto a ella, un pequeño perro entretenido en olfatear aquí y allá.

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