El hotel Sevilla en La Habana Vieja tiene una larga y densa vida. Inaugurado en marzo de 1908 por sus instalaciones ha pasado un buen número de famosos personajes y entre sus muros se han desarrollado una multitud de sucesos algunos muy transcendentes en la historia de Cuba.
Estoy aquí alojado y espero a mis amigos en el vestíbulo. Junto a recepción imágenes sepias de un Fidel Castro joven con trabajadores del hotel, según dice un pequeño texto al pie, al poco de entrar victorioso en La Habana. Frente a mí una serie de fotografías de personajes que un día vivieron aquí en una especie de pequeño museo de recuerdos gráficos. Estoy sentado en un sillón y noto la mirada de Meyer Lansky, vecino de pared de “Lucky” Luciano. Un poco más allá un Al Capone sonriente fuma un buen habano.
Desde la década de los 30 del pasado siglo y hasta el triunfo de la Revolución una gran parte de los más afamados mafiosos hicieron de Cuba su residencia y negocio. Como si se tratara de una comunidad científica que realiza un congreso, en 1947 se reunieron en el Hotel Nacional durante una semana y a instancias de Charles “Lucky” Luciano, los más importantes líderes de la mafia internacional. Durante esos días acordaron maneras, pactaron competencias, repartieron territorios y organizaron sus negocios. La prensa de todo el mundo dio noticia de aquella reunión.
Luciano entró en Cuba con pasaporte falso ya que estaba deportado en Italia. El sueño de Lansky, su socio y amigo, era convertir a La Habana en una “Las Vegas latina”, una ciudad nueva en la que se desarrollasen con eficacia todos los negocios que explotaba la mafia, planeando que Luciano fuera el jefe máximo. Luciano y Lansky se aliaron con el dictador Fulgencio Batista y compartieron ganancias de juego, apuestas, tráfico de drogas, alcohol y prostitución.
El Hotel Sevilla fue elegido por varios de estos mafiosos como hotel de referencia. Sobre todo a partir del año 1939 en el que un uruguayo de origen italiano, Amleto Battisti, se hizo con el hotel y estableció relaciones “comerciales” con Luciano, Trafficante, Lansky y otros capos. En uno de sus viajes a la isla Al Capone alquiló todo el piso 6º para alojarse él y todo su séquito. Santo Trafficante (un buen nombre y apellido para un mafioso!) vivió allí durante dos años. El Hotel Nacional, el Capri y el Riviera fueron otros hoteles habaneros en los que los mafiosos establecieron residencia y negocio campando a sus anchas, protegidos por el gobierno de la nación que paralelamente obtenía jugosos beneficios.
El problema para ellos fue que llegaron los barbudos desde la Sierra Maestra. En enero de 1959 todos aquellos gansters escaparon a todo correr. Batista a España, Lansky a Bahamas y posteriormente a Miami, Luciano acabó en Nápoles de su Italia natal. Se acabó la diversión, llegó el Comandante y mandó parar!. Después comenzaría otro baile…
Impregnado por aquellas historias salgo a la calle y mi visión cromática se altera, todo se convierte en blanco, negro y gris. Retrocedo en el tiempo a la ciudad de aquellos años 40-50 de grandes y bellos edificios coloniales. Los Chevrolet, Buick, Plymouth, Ford que ahora circulan por las calles han perdido los colores. Tomo un daiquiri en el Floridita junto a hampones de riguroso traje y corbata que vigilan la puerta mientras sus jefes hablan de negocios. Con la noche comienza una actividad febril en casinos y salas de fiesta. La buena sociedad cubana junto con su homóloga estadounidense se prestan atentas al hagan juego señores. Mercadeo de alcohol, drogas, sexo. Hasta el amanecer los empleados irán de negocio en negocio recogiendo la recaudación. Veinte por ciento para mí, diez por ciento para tí…
A la vuelta nos aposentamos en el Patio Sevillano del hotel a descansar de la caminata. Aquí mismo donde Dámaso Pérez Prado dirigió su orquesta en los años en blanco y negro toca ahora, en color, “Dentro de lo Cubano”. Estamos embobados con las curvas y movimientos de caderas de la cantante. Uno de los camareros se marca un baile con una cliente inglesa bastante torpe. La Bucanero sigue sin estar lo suficientemente fría. Lansky me hace un guiño desde su rincón.