Me propone Luis acudir a una misa conmemorativa de la muerte de Fernando Rielo, fundador de los Misioneros Identes de los que mi amigo es Superior, a la que acudirá alguno de los compañeros de la promoción de 1970 del Colegio Maristas de Zaragoza.
Luis, desde el altar, con acento exótico entre canario-norteamericano heredado de su larga estancia en las Islas Canarias y su vida actual en Nueva York, nos habla de conceptos que ahora, en esta sociedad tan desgarrada, parecen caducos, como la compasión y la misericordia.
La bendición que llega a través de un amigo de la infancia es poderosa y alcanza con potencia el espíritu; su caricia hace volver a revivir sensaciones casi olvidadas de muchos años atrás.
De eso hablamos, ya fuera de la iglesia, con otros dos queridos amigos y compañeros de aquellos años tan remotos; de aquella transición marcada por el cambio del pantalón corto por el largo, los primeros cigarrillos, los primeros fracasos, los primeros éxitos, las incipientes inquietudes. Queremos localizar a más compañeros de la promoción y juntarnos un día; algunos ya no podrán acudir porque han muerto.
Repasamos sintética y brevemente nuestras vidas. Coincidimos en que comenzamos a vivir en aquél tiempo con una formación académica que abarcaba materias que se desprecian en la actualidad, como el latín, el griego, la filosofía, la historia; una formación que se templaba como el acero en aquellas temibles reválidas, en el preuniversitario, en los exámenes reglados en los que había que aprobar, sí o sí, para pasar a un curso superior. Tuvimos, al llegar a la universidad, unos buenos conocimientos humanísticos, integrales.
Ahora no es así y el panorama para un futuro, a nuestro juicio, es muy sombrío.
En aquellos años crecimos a la sombra de sólidos valores sociales extendidos que hablaban de justicia, de equidad, de austeridad, de solidaridad, de esfuerzo. Colegio, instituto, universidad, calle. Cada uno tomó lo que quiso, pero el discurso fue común y entró a formar parte de nuestra personalidad.
La cultura es peligrosa, el conocimiento hace pensar y una persona cuando piensa inicia una revolución. Los cambios sociales en el siglo XX comenzaron cuando se fue acabando el analfabetismo, cuando se fomentó la lectura, la formación. Miles de personas, para disgusto de unas pocas, tuvieron recursos para pensar.
No es la panacea, pero la cultura da armas para ser libres.
Se dice constantemente que la sociedad se ha desarrollado, que es una sociedad madura. Si es así, a la luz de la realidad, es posible que habría que pensar aquello que decía mi Jefe de Departamento en el hospital: «la madurez es lo más próximo a la pobredumbre». Hedonismo, egoísmo, injusticia, insolidaridad, son actitudes vigentes y extendidas. Se han cerrado las puertas, se han levantado tabiques que aíslan, se han creado guetos, crece la soledad. La sociedad se ha polarizado, la riqueza, de todo tipo, está en manos de muy pocos.
El mundo, en muchas cosas, es mejor que antes, que entonces; pero en otras, algunas trascendentes, ha involucionado. Es por eso que la nostalgia aflora a veces con un rictus de tristeza aunque haya que hacer un esfuerzo supremo en actuar y no dejar morir a la esperanza.

Llego a casa dando vueltas a estas cosas y aparece un mensaje que me alegra e ilusiona. Mi querido sobrino Nicolás, de Erasmus en Bélgica, se ha marchado a Polonia con su amiga Goretti y juntos visitan el campo de Auswichtz. A pesar de que los medios de comunicación han explicado, documentado, informado hasta la saciedad, qué es, dónde está y que pasó en esta catedral del sufrimiento, muchas personas, sobre todo de la edad de Nicolás, no saben qué es, qué significa este topónimo. Posiblemente porque nadie se lo ha enseñado. Sobrecogidos me mandan fotografías y un comentario me traduce su sensibilidad y bondad, también su alto grado de compasión y misericordia: «…había cosas más fuertes como pelo de personas, máquinas de torturas, paredes donde fusilaban, pero no hice fotos por respeto…» Allí, en alguna de esas fotos lo veo, guapo, con sus veintipocos años, todavía con cara de niño, sobre la nieve, al lado de los barracones de la muerte. Y me emociona su comentario que sólo es la traducción de la belleza de su sentimiento, de su empatía con el sufrimiento ajeno. Será, es, un buen enfermero, es en lo que está acabando de formarse, pero sobre todo es un proyecto ya real de persona honesta y buena.
Justo lo que necesita este mundo para llevar la contraria a la opinión de estos cuatro cascarrabias.
Recuerdo esto mientras estoy esperando junto a la puerta de una tienda en una concurrida calle peatonal de mi ciudad. Frente a mí se detiene un invidente al que guía un hermoso perro lazarillo. Escucho como riñe cariñosamente al perro porque acaba de soltar un par de excrementos de un calibre considerable, el can es grande, y el hombre rebusca en sus bolsillos y saca un paquete de bolsas para limpiar el rastro de su guía. No sé cómo lo ha detectado, los videntes somos demasiado torpes, e imagino las dificultades que va a tener para localizar las heces y envolverlas adecuadamente en la bolsa. Me acerco y le ofrezco mi ayuda. Se resiste amablemente pero ante mi insistencia acepta. Después de asear la calle hablamos brevemente. Me dice que «si todos tuviéramos un mínimo de educación esta sociedad funcionaría mejor» Yo añado que necesitamos educación, sí, pero también solidaridad, empatía, compasión y misericordia. «Ya, pero eso sería vivir en el Paraíso» replica y sigue adelante con su perro.
© CHUAN ORUS 2021
Me ha encantado eso de que «la madurez es lo más próximo a la podredumbre» Y todo el texto. Visito todos los años el campo de Gurs, salvo estos dos últimos, y me demoro recordando o imaginando todo lo que por allí sucedió. Llevé a mi hija la última vez y fue patente ver cómo ya no se habla de esas cosas, cómo crecen las ultraderechas. Me dijo Javier que volvías a final de mes ¿o era él el que volvía? (es que ya estoy maduro). A ver si podemos coincidir algún rato y brindar por esas películas añejas, brindar por lo que llegue y por los ausentes y por la victoria, la derrota y el empate. Me atrevo a enviarte el último «pollo»: https://www.elpollourbano.es/opinion/2021/12/delineando-y-encofrando-paco-bailo/ y mis mejores deseos de que paséis unos días y noches sensatamente felices. Abrazo preto paco
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