HERACLITO EN GAMUETA

Panta rei
(Heráclito de Éfeso)

Hoy navego en un océano verde. He atravesado el extenso y singular hayedo de Gamueta ascendiendo despacio, pisando un húmedo lecho blando de hojas muertas con la única compañía de mis pensamientos acunados en el sonido de mi respiración, el canto de algún pájaro y el rumor de un pequeño curso de agua

que se despeña levemente en el fondo del barranco. Junto a mis pies dormitan musgos, líquenes, setas de múltiples formas y colores entre las que distingo la belleza letal de alguna amanita. Estoy rodeado de árboles, algunos por su talla más que centenarios, entre los que de vez en cuando me detengo para contemplar el camino ya recorrido en esa necesidad constante de echar la vista atrás y admirar la perspectiva de lo que se aleja, de lo que se va marchando imperceptiblemente, de todo lo que se pierde si no se detiene el paso y se vuelve la mirada.

BOSQUE DE GAMUETA

BOSQUE DE GAMUETA (ANSÓ, HUESCA) (Foto J. Pardo Berdún)

Allá arriba los rayos del sol atraviesan las hojas de las hayas como en una vidriera provocando tonos verdes y dorados con un temblor ligero de brisa.
Al salir del bosque me recibe una extensa pradera que sube y baja en enérgicas pendientes, altas montañas tapizadas de hierba, iluminadas por el ya fuerte sol de la mañana que aparece entre las moles rocosas del Ginebral de Gamueta y el Mallo Acherito. Todos los matices del verde extendidos entre líneas curvas, interrumpidos por los trazos grises y caóticos de los barrancos, ahora con apenas algo de agua, que se desploman desde las alturas. No hay árboles, estoy cerca de los 2.000 m, sólo hierba salpicada de pequeñas flores y herida por trazos terrosos.
Estoy solo.
De pie, en medio de la inmensidad que me rodea, descanso del esfuerzo y cuando el golpeteo del corazón, la ansiedad por devorar aire y las gotas de sudor dejan de distraerme, extiendo mis sentidos y me integro en todo lo que me rodea. Soy tierra y agua, tallos vegetales, roca, aire. Nada me diferencia. Si ahora muriera largas raíces partirían de mi cuerpo inerte, de mis ojos cerrados brotarían crocus azules, de mi corazón exangüe esbeltos lirios; mi materia, mi torpe materia, iluminaría el verde de la hierba y mis huesos se disolverían en la tierra amable que me acoge.
Sigo caminando entre laderas y pequeñas vaguadas. Asciendo hacia el sol buscando la altura. La brisa me acompaña, me acaricia, me empuja, me habla. Escucho el suave roce de la hierba en mis botas. Atravieso un arroyo de agua transparente y fría. También me siento líquido, transparente y frío. Podría disolverme entre los suaves meandros pedregosos, hacerme agua con el agua, incrustarme en las profundas grietas del subsuelo, junto al centro de la tierra, y descender lento a la tierra llana, llegar al mar.

OVEJAS EN PRADERIO DE GAMUETA

OVEJAS EN PRADERIO DE GAMUETA (Foto J Pardo Berdún)

Cientos de ovejas pastan en la pradera. Observo sus movimientos, escucho sus esquilas, sus balidos. Todas iguales y todas diferentes se desparraman por las laderas en grupos compactos. Aislada de un grupo hay una que permanece en un rincón rocoso y lanza repetidos, casi rítmicos, gritos roncos que suenan a provocación o a desesperación y a los que no contesta nadie. Paso a su lado y sigue inmóvil con sus gruñidos. Me interno entre el grupo y se van apartando con ligero sobresalto y a prudente distancia se quedan quietas mirándome inmóviles. Conforme me alejo siguen con su mordisqueo lujurioso a la pradera. Sin saber por qué se colocan en fila y así caminan por estrechas sendas terrosas que ellas mismas han abierto entre el pasto. De quién parte la idea de caminar? quién es la oveja que lo decide? por qué sigue el resto sin rechistar? cómo se ha convertido en líder-guía la que encabeza la larga fila?.

OVEJAS EN GAMUETA

OVEJAS CAMINANDO ALINEADAS. PRADOS DE GAMUETA (ANSÓ, HUESCA) (Foto J Pardo Berdún)

Sentado sobre el suelo, bajo el sol, junto a las paredes rocosas, planteo estas cuestiones para las que, como otras, no tengo respuesta.
Miro hacia abajo, al fondo del paisaje permanece el bosque. Más allá, en los confines del horizonte, los pastos de cemento y hormigón donde otros seres se alinean y siguen en fila a su particular líder. El mundo biológico, las características de los grupos de seres pluricelulares, y posiblemente también los unicelulares, es muy parecido.
Me encuentro con un largo cable sujeto por estacas, un “pastor eléctrico”, que refuerza mi sensación, por ahora gozosa, de soledad. La tecnología ha eliminado la entrañable figura del pastor, con palo y zurrón, y el perro. En estas amplísimas montañas también las ovejas están solas. Solas y encerradas en una gran cárcel de confines limitados por un cordón metálico que a base de pequeñas descargas les hará desistir de sus potenciales deseos de libertad, de alcanzar la tierra llana, de dejar las montañas y llegar al mar. Y yo estoy aquí contemplando este particular Show de Truman mientras alguien a quien no veo pero percibo es espectador de mi show personal. Dónde estarán los confines que no puedo atravesar?.
Sopla una suave brisa que mueve muy ligeramente los tallos de hierba. Me tiendo mirando al cielo, azul intenso y sin una nube, y noto como la pradera, en esta zona todavía alta, me acoge e incluso me sobrepasa. Siento el abrazo de la pachamama integrado en el suelo como una seta gigante y colorida, notando el cosquilleo de moscas y hormigas que caminan por mi piel. Soy más frágil que una oveja, un animal involucionado que sólo puede vivir bajo la tutela de la aldea tecnificada, del territorio protegido entre murallas de acero y hormigón. Hoy lo siento como un fracaso.
Y mientras soy consciente de mi limitación veo en el cielo el planeo circular de los buitres, esos maravillosos seres voladores que apenas mueven sus alas mientras a kilómetros de distancia son capaces de encontrar su alimento, diminuto en tamaño desde esa altura. Vigilan a las ovejas, sus cadáveres, sus tiernas placentas, los frágiles corderos recién nacidos. También me vigilan a mí. Por qué no puedo volar?.

Refugio de Gamueta

REFUGIO DE GAMUETA (Foto J. Pardo Berdún)

Voy descendiendo mientras las ovejas suben hacia pastos vírgenes. Alcanzo un pequeño refugio solitario. Una construcción sólida que huele a hoguera fría, a estiércol sano y seco. Desde la puerta se divisa toda la extensión de la cárcel ovina, la Plana de Diego. Siento la tentación de abrir la puerta y quedarme. No podría resistir más allá de lo que llevo en la mochila. La necesidad, la sucesión de momentos en el día en los que es necesario algo externo para seguir existiendo. Y si obligatoriamente, como un Robinsón Crusoe, tuviera que aislarme y resistir?. Conozco a personas, pocas, que partiendo aquí desnudos como peces serían capaces de subsistir; seres que con austeridad, ingenio, conocimiento y valentía se integrarían en esta naturaleza salvaje y lograrían vivir en un moderno paleolítico. Yo, a pesar de todo, pertenezco a otra generación que es bastante inútil para muchas cosas y poco útil para el resto.
Eso mismo piensa una marmota que muy cerca del refugio me mira atentamente. Se ha colocado sobre un túmulo de piedras, posiblemente su madriguera, y no le inquieto en absoluto. En cuanto me mueva se colará en su agujero sin problema. Causo curiosidad y prevención, nada más; conoce perfectamente mi debilidad.
Desciendo por un suave barranco ahora sin agua, con el cauce lleno de cadáveres de pinos y abetos que las últimas nieves han quebrado. Los aludes, el deshielo, los han depositado en este sumidero. Ahora los insectos, los hongos, los pájaros, harán el resto y a fuerza de tesón irán fragmentando la madera, la aprovecharán, la comerán, la procesarán. Dentro de unos años no habrá ni un ligero rastro de estos gigantes muertos.
Giro la llave de contacto de mi automóvil. Suena suave el motor y el asiento acoge cómodamente mi cuerpo cansado. Me he quitado las botas técnicas de caminar por la montaña y llevo unas ligeras sandalias. Iré ahora a reunirme con mi familia, con mis amigos y con unas cervezas celebraremos la vida, la amistad y la fiesta. Las ovejas, mientras tanto, seguirán en su cárcel herbosa. Los buitres las vigilarán y las marmotas corretearán por la pradera. Llegará la lluvia, la nieve, la tempestad. Se formará un caos ordenado en el que cada uno asumirá su protagonismo.
Al final la energía transmutará su manera de manifestarse.
De nosotros no quedará rastro, seremos un olvido, un recuerdo que se irá debilitando hasta acabar en la nada. Pero en ese último abrazo con el universo seguiremos perteneciendo a las altas praderas, al aire, al agua, a la tierra, a las rocas gigantes, al mar profundo.
Aunque débiles ahora también entonces seremos inmortales.

Plana de Diego

PLANA DE DIEGO, GAMUETA (Foto J. Pardo Berdún)

2 pensamientos en “HERACLITO EN GAMUETA

  1. Solo desde el balcon, en esas primeras horas de la mañana en que el Mediterraneo se deja vigilar , algun leve rizo en al superficie y una ligera bruma que se disipa en la punta de la Banya, el mismo mar que seguramente observaba y vigilaba Heraclito, vuelvo a sentir ese leve escalofrio que despierta en mi la lectura de tus escritos. Fluye una ligera brisa, fluyen algunos pajaros, se mueven ligeramente las hojas de los pinos, pero el mar esta ahi, esperando converirse en protagonista activo cuando cientos de bañistas y embarcaciones lo invadan y tenga que ser él el vigilante. Gamueta, uno de tus lugares preferidos, tambien debe ser algo así. Lo hemos concocido y disfrutado gracias a tí, pero seguramente ya no es el mismo: las praderas han debido cambiar su color, el hayedo mudado sus hojas varias veces y las ovejas, trazado sendas que no estaban, en su fluir, en su caminar para no morir
    La Santa Compaña también paso por aqui
    Debriamos incorporar este escenario al repertorio previsto para el inminente otoño
    Gracias Javier.

    Nacho

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  2. Ya imaginaba que Heráclito andaba también por la orilla del Marenostrum…
    Estaría bien caminar juntos otra vez por las praderas de Gamueta. Cuando quieras.
    Gracias hermano.
    Un abrazo.

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