Enfundado en un rudimentario chaleco salvavidas, con una linterna frontal en la cabeza, encaramado sobre un neumático circular con un tejido plástico rasposo como asiento, comienzo a flotar sobre las aguas terrosas, ha llovido mucho en los últimos días, del río Candelaria que se introduce en la gruta Venado Seco. La cueva es muy grande, sinuosa, con alguna abertura natural que ilumina débilmente pequeñas partes del trayecto estando en oscuridad completa el resto. Los guías son dos muchachos muy jóvenes que antes de comenzar nos indican que uno se irá delante y otro cerrará la marcha. Pero la corriente del río va dispersando el pequeño grupo que inicialmente asumimos obedientes el compromiso del orden y en un par de centenares de metros la completa oscuridad se llena de pequeños puntos de luz que vagan errantes por el interior de la gruta. Risas, gritos, chapoteos…tardaremos horas en alcanzar la salida disfrutando de una divertida experiencia.
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