COVID 19. UNA OPORTUNIDAD DE CAMBIO

Ha comenzado la campaña de vacunación contra el virus responsable de la pandemia que asola el mundo. La esperanza se centra en el efecto de los diferentes fármacos que para ello se han conseguido en un tiempo record, por varios equipos de investigación en diversos países.

Al acabar este nefasto 2020 el nuevo año llega con la confianza de poder alcanzar esa inmunidad colectiva que acabe con la pandemia. Si todo va bien, los más optimistas sugieren que en el próximo otoño la población mundial podrá respirar aliviada al ir disminuyendo los casos de enfermedad, muertes y colapsos de los sistemas sanitarios.

Esta esperanza va asociada a la recuperación económica, al ascenso de las oportunidades de negocio, a resultados positivos en las bolsas y disminución del paro laboral. Es decir, la vuelta a aquél pasado anterior a enero de 2020 que, como cualquier tiempo pasado, se cree mejor.

Pero volver así, de esta manera, sin una fase de reflexión sobre el modelo de qué sociedad queremos, será cometer un error mayúsculo: de nuevo regresar a una estructura basada en cimientos de injusticia social, insolidaridad, aumento progresivo de la pobreza, de trabajos mal retribuidos, de contratos basura. Será volver a glosar las bondades de un sistema sanitario, (decían que el mejor del mundo) que efectivamente, sobre todo si se compara con los de otros países menos desarrollados, es bueno,  universal y decente, pero que, ahora se ha visto con detalle, hace aguas en momentos de estrés y que está protagonizado por estupendos profesionales bien formados, pero insuficientes en número, mal retribuidos, deficientemente incentivados, a veces maltratados  y muchas veces mal organizados o, al menos, dirigidos por personas poco preparadas para la gestión sanitaria de excelencia.

A los sanitarios se les han pedido comportamientos heróicos, se les ha prometido aumentar el número de personas y medios y se les ha pagado con gestos emotivos, los aplausos y las lágrimas, con los que los mediterráneos solucionamos los conflictos, para luego seguir, como antes, sin ningún tipo de cambio.

Ahora, cuando afortunadamente llegue esa inmunidad colectiva que nos libre de la enfermedad, si la sociedad vuelve a lo mismo, seremos más torpes, menos numerosos (habrán muerto millones de personas), más desgraciados y, en general, más pobres, menos un pequeño y selecto grupo que acumulará una mayor parte de la riqueza mundial.

La vacuna es un logro social de un valor incalculable y su génesis y fabricación en un tiempo impensable en otras situaciones demuestra que cuando al mundo científico, a los grupos investigadores, se les da financiación y medios, de la misma manera que a los sistemas sanitarios públicos, los resultados alcanzan éxitos de manera muy rápida y eficaz.

Los políticos han mostrado su rostro más amargo. En vez de colaborar, de arrimar el hombro, todos los hombros, para superar esta gran dificultad que afecta a toda la sociedad, han dedicado sus esfuerzos a vergonzosas peleas tabernarias buscando obtener réditos partidarios de la manera más miserable.

Estamos destrozando nuestro planeta, nuestra casa, el hábitat humano. Constantemente se habla de la alteración climática, del aumento de la temperatura ambiental, de la fusión del hielo de los polos, de la desaparición de los glaciares, de la grandiosa y terrible deforestación. Los vertidos tóxicos siguen emponzoñando las grandes masas de agua, los gases emitidos destrozan nuestra atmósfera.

Los desastres que estos cambios provocan, sobre todo en sociedades poco desarrolladas —las que más sufren habitualmente—, importan poco a la economía capitalista, a las políticas neoliberales; todo consiste en la aplicación de máximas comerciales salvajes al coste que sea.

Esta agresión al medio natural hace que a los equilibrios ecológicos, los sistemas anteriormente estables, se les dañe su solidez y los encasillamientos biológicos pierdan su orden. Por eso el paso al hombre de virus o bacterias confinados, hasta ahora, en animales salvajes, sólo es indicativo de la brutal presión, de la mayúscula agresión que a la naturaleza provoca la forma de vida que el hombre está adoptando.

La continuidad de esta política de agresión natural supondrá el fin de la humanidad en la tierra, en este maravilloso planeta que a base de este supuesto «desarrollo», esta estúpida manera de vivir, se está yendo a pique.

Por todas estas razones, la campaña global de inmunización tendría que acompañarse de un importante debate social que ya en este momento tendría que estar produciéndose.

La reflexión sobre el consumo, sobre la utilización de los recursos, la recuperación de los ecosistemas, las políticas de reforestación, de limpieza de las aguas, el control de la emisión de gases, la preservación de las especies, es urgente. Hay debates políticos, hay reuniones, hay tendencias globales; pero ninguna da resultados porque, en general, los países más contaminantes, los más destructores, sólo están interesados en aparentar su compromiso y aplazan las decisiones en plazos imposibles de asumir cuando la respuesta debe darse por vía urgente. Las protestas, las reclamaciones de movimientos ecologistas caen así en saco roto y el planeta sigue girando constantemente, cada día con un mayor grado de deterioro.

¿Tanto necesitamos para vivir? ¿no es posible desmontar progresivamente esta locura en sociedades saciadas, hartas, de inutilidades materiales que sólo sirven para paliar ineficazmente la soledad y la depresión, creando una auténtica adicción al consumo?

¿Estamos bien? Los fármacos más consumidos en nuestro país, en el que mejor se vive dicen algunos, son analgésicos, antiinflamatorios y ansiolíticos. No debemos estar tan perfectamente cuando tenemos que drogarnos diariamente con esas sustancias para soportar nuestra manera de existir.

Pero, ¿qué tiempo dedicamos a la reflexión, al silencio, a la meditación, a la comunicación con nuestro interior, a replantear la forma de vida, a la solidaridad? Al cambio personal, en suma.

El Covid19 se irá, pero si el mundo y sus habitantes no modifican comportamiento y trayectoria vendrá otro, y luego otro y otro. El tiempo se está acabando y se necesita un esfuerzo personal y colectivo. Como en todas las crisis, junto con el daño hay una oportunidad; en este caso parar, reflexionar y cambiar.

«…esta crisis puede suscitar nuevas formas de solidaridad que nos lleven a vivir con mayor austeridad, a saber disfrutar con menos cantidad y más calidad. Defiendo el decrecimiento pero con una dimensión espiritual, de lo contrario es insostenible. Pensamos que teniendo más seremos más, cuando teniendo más somos menos. Ese giro solo puede hacerse desde la espiritualidad. »

Javier Melloni

«El virus es el portador de un mensaje severo que hemos de saber escuchar»

El País, 27 de diciembre de 2020

© CHUAN ORUS 2020

desdelagavia.blog quiere desear a todos sus visitantes y lectores un nuevo año en el que sobresalga la solidaridad, la libertad y el entendimiento entre las personas. Feliz 2021.

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